La vida es sueño

Pedro Calderón de la Barca

Jornada I, Escena II
 

Rosaura, acompañada de Clarín, va vestida de hombre. Se encuentran ella y su criado Clarín (el gracioso de la obra) perdidos en un bosque que cubre un monte. Ella va a la corte de Polonia para reclamarle a Astolfo, el Duke de Moscovia, que se haya enamoró de ella y que haya roto su compromiso con ella.

Al ver algo que parece ser una casa-cueva alumbrado se dirigen hacia ella para pedir que les dejen dormir allí en vez de dormir en el peligroso bosque.

Al acercarse, oyen cadenas y la voz de Segismundo que está dentro.

SEGISMUNDO: ¡Ay, mísero de mí, y ay infelice!
ROSAURA: ¡Qué triste voz escucho!
Con nuevas penas y tormentos lucho.
CLARÍN: Yo con nuevos temores.
ROSAURA: Clarín...
CLARÍN: ¿Señora...?
ROSAURA: Huyamos los rigores
desta encantada torre.
CLARÍN: Yo aún no tengo
ánimo de huír, cuando a eso vengo.
ROSAURA:

¿No es breve luz aquella
caduca exhalación, pálida estrella,
que en trémulos desmayos
pulsando ardores y latiendo rayos,
hace más tenebrosa
la obscura habitación con luz dudosa?
Sí, pues a sus reflejos
puedo determinar, aunque de lejos,
una prisión obscura;
que es de un vivo cadáver sepultura;
y porque más me asombre,
en el traje de fiera yace un hombr
de prisiones cargado
y sólo de la luz acompañado.
Pues huír no podemos,
desde aquí sus desdichas escuchemos.
Sepamos lo que dice.

  Descúbrese SEGISMUNDO con una cadena y vestido de pieles
SEGISMUNDO:

¡Ay mísero de mí, y ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo.
Aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido...

Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma,
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que dejan en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas bajel de escamas
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío, tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huída;
¿y teniendo yo más vida, tengo menos libertad?

ROSAURA: Temor y piedad en mí sus razones han causado.
SEGISMUNDO: ¿Quién mis voces ha escuchado? ¿Es Clotaldo?
CLARÍN: Di que sí.
ROSAURA: No es sino un triste, ¡ay de mí!, que en estas bóvedas frías oyó tus melancolías.
SEGISMUNDO: Pues la muerte te daré porque no sepas que sé que sabes flaquezas mías. Sólo porque me has oído, entre mis membrudos brazos te tengo de hacer pedazos.
CLARÍN: Yo soy sordo, y no he podido escucharte.
ROSAURA: Si has nacido humano, baste el postrarme a tus pies para librarme.
SEGISMUNDO:

Tu voz pudo enternecerme,
tu presencia suspenderme,
y tu respeto turbarme.
¿Quién eres? Que aunque yo aquí
tan poco del mundo sé,
que cuna y sepulcro fue
esta torre para mí;
y aunque desde que nací
--si esto es nacer-- sólo advierto
eres rústico desierto
donde miserable vivo,
siendo un esqueleto vivo,
siendo un animado muerte.

Y aunque nunca vi ni hablé
sino a un hombre solamente
que aquí mis desdichas siente,
por quien las noticias sé
del cielo y tierra; y aunque
aquí, por que más te asombres
y monstruo humano me nombres,
este asombros y quimeras,
soy un hombre de las fieras
y una fiera de los hombres...

Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más,
aun más mirarte deseo.
Ojos hidrópicos creo
que mis ojos deben ser;
pues cuando es muerte el beber,
beben más, y de esta suerte,
viendo que el ver me da muerte,
estoy muriendo por ver.

Pero véate yo y muera;
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da,
el no verte ¿qué me diera?
Fuera más que muerte fiera,
ira, rabia y dolor fuerte;
fuera muerte; desta suerte
su rigor he ponderado,
pues dar vida a una desdichado
es dar a un dichoso muerte.

ROSAURA:

Con asombro de mirarte,
con admiración de oírte,
ni sé qué pueda decirte,
ni qué pueda preguntarte;
sólo diré que a esta parte
hoy el cielo me ha guïado
para haberme consolado,
si consuelo puede ser
del que es desdichado ver
a otro que es más desdichado.

Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que comía.
¿Habrá otro --entre sí decía--
más pobre y triste que yo?
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.

Quejoso de la fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
<< ¿Habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?, >>
piadoso me has respondido;
pues volviendo en mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías
las hubieras recogido.
Y por si acaso mis penas
pueden en algo aliviarte en parte
óyelas atento, y toma
las que de ellas me sobraren.

  Escena VI
  En este mísero, en este
mortal planeta o signo,
nació Segismundo dando
de su condición indicios,
pues dio la muerte a su madre,...
Yo, acudiendo a mis estudios,
en ellos y en todo miro
que Segismundo sería
el hombre más atrevido,
el príncipe más crüel
y el monarca más impío,
por quien su reino vendría
a ser parcial y diviso,
escuela de las traiciones
y academia de los vicios;
y él, de su furor llevado,
entre asombros y delitos,
había de poner en mí
las plantas, y yo rendido
a sus pies me había de ver
(¡con qué vergüenza lo digo!),
siendo alfombra de sus plantas
las canas del rostro mío...
Pues dando crédito yo
a los hados, que adivinos
me pronosticaban daños
en fatales vaticinios,
determiné de encerrar
la fiera que había nacido,...
Publicóse que el Infante
nació muerto; y, prevenido,
hice labrar una torre
entre las peñas y riscos
desos montes, donde apenas
la luz ha hallado camino,...
Allí Segismundo vive
mísero, pobre y cautivo,
adonde solo Clotaldo
le ha hablado, tratado y visto.
Éste le ha enseñado ciencias;
éste en la ley le ha instrüido
católica, siendo solo
de sus miserias testigo.
  El rey Basilio decide poner a prueba a su hijo Segismundo y manda que lo traigan al palacio
SEGISMUNDO

¡Válgame el cielo, qué veo!
¡Válgame el cielo, qué miro!
Con poco espanto lo admiro,
con mucha duda lo creo.

¿Yo en palacios suntuosos?
¿Yo entre telas y brocados?
¿Yo cercado de criados
tan lucidos y briosos?...

Decir que sueño es engaño;
bien sé que despierto estoy.
¿Yo Segismundo no soy?
Dadme, cielos, desengaño.

Decidme: ¿qué pudo ser
esto que a mi fantasía
sucedió mientras dormía,
que aquí me he llegado a ver?

Pero sea lo que fuere,
¿quién me mete en discurrir?
Dejarme quiero servir,
y venga lo que viniere...

CLOTALDO

Con la grande confusión
que el nuevo estado te da,
mil dudas padecerá
el discurso y la razón.
Pero ya librarte quiero
de todas, si puede ser,
porque has, señor, de saber
que eres príncipe heredero

de Polonia. Si has estado
retirado y escondido,
por obedecer ha sido
a la inclemencia del hado,
que mil tragedias consiente
a este imperio, cuando en él
el soberano laurel
corone tu augusta frente.

Mas fiando a tu atención
que vencerás las estrellas,
porque es posible vencellas
a un magnánimo varón,

a palacio te han traído
de la torre en que vivías,
mientras al sueño tenías
el espíritu rendido.

Tu padre, el Rey mi señor,
vendrá a verte, y dél sabrás,
Segismundo, lo demás.

SEGISMUNDO

Pues vil, infame y traidor,

¿qué tengo más que saber,
después de saber quién soy,
para mostrar desde hoy
mi soberbia y mi poder?

¿Cómo a tu patria le has hecho
tal traición, que me ocultaste
a mí, pues que me negaste,
contra razón y derecho,
este estado?

CLOTALDO ¡Ay de mí triste!
SEGISMUNDO

Traidor fuiste con la ley,
lisonjero con el Rey,
y crüel conmigo fuiste;

y así el Rey, la ley y yo,
entre desdichas tan fieras,
te condenan a que mueras
a mis manos.

CRIADO 2.º Señor...
SEGISMUNDO No
me estorbe nadie, que es vana
diligencia; y ¡vive Dios!
si os ponéis delante vos,
que os eche por la ventana.
CRIADO 1.º Huye, Clotaldo.
CLOTALDO: ¡Ay de ti,
que soberbia vas mostrando,
sin saber que estás soñando!
(Vase.)
  Escena XVIII
 

Por su mala conducta el rey manda que devuelvan a Segismundo a la montaña donde estaba. Como al principio, está vestido todo de pieles y está encadenado, acostado en el suelo.

El rey Basilio y Clotaldo lo escuchan a escondidas.

BASILIO: Llega a despertarle, ya
que fuerza y vigor perdió
con el opio que bebió.
CLOTALDO Inquieto, señor, está
y hablando.
BASILIO ¿Qué soñará
agora? Escuchemos pues...
SEGISMUNDO
|(En sueños.)
¡Válgame Dios,
qué de cosas he soñado!
CLOTALDO
(Aparte.)
A mí me toca llegar
a hacer la deshecha ahora.
¿Es ya de despertar hora?
SEGISMUNDO Sí, hora es ya de despertar.
CLOTALDO ¿Todo el día te has de estar
durmiendo? ¿Desde que yo
al águila que voló
con tarda vista seguí,
y te quedaste tú aquí,
nunca has despertado?
SEGISMUNDO No,
ni aun agora he despertado;
que según, Clotaldo, entiendo,
todavía estoy durmiendo,
y no estoy muy engañado.
Porque si ha sido soñado
lo que vi palpable y cierto,
lo que veo será incierto;
y no es mucho que rendido,
pues veo estando dormido
que sueñe estando despierto.
CLOTALDO Lo que soñaste me di.
SEGISMUNDO

Supuesto que sueño fue,
no diré lo que soñé;
lo que vi, Clotaldo, sí.
Yo desperté, y yo me vi
(¡qué crueldad tan lisonjera!)
en un lecho que pudiera,
con matices y colores,
ser el catre de las flores
que tejió la primavera.

Aquí mil nobles rendidos
a mis pies nombre me dieron
de su príncipe, y sirvieron
galas, joyas y vestidos.
La calma de mis sentidos
tú trocaste en alegría,
diciendo la dicha mía;
que, aunque estoy desta manera,
príncipe en Polonia era.

CLOTALDO Buenas albricias tendría.
SEGISMUNDO No muy buenas; por traidor,
con pecho atrevido y fuerte,
dos veces te daba muerte.
CLOTALDO ¿Para mí tanto rigor?
SEGISMUNDO De todos era señor,
y de todos me vengaba.
Sólo a una mujer amaba
que fue verdad, creo yo,
en que todo se acabó,
y esto solo no se acaba.
  (Vase el REY.)
CLOTALDO
(Aparte.)

Enternecido se ha ido
el Rey de haberle escuchado.)

CLOTALDO Como habíamos hablado
de aquella águila, dormido,
tu sueño imperios han sido;
mas en sueños fuera bien
entonces honrar a quien
te crió en tantos empeños
Segismundo; que aun en sueños
no se pierde el hacer bien.
  (Vase.)
SEGISMUNDO

Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!);
¡que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

  JORNADA III, Escena III
  La misma decoración del principio en la montaña. Llegan unos soldados a la torre.
[SOLDADO] 1.º Gran príncipe Segismundo
(que las señas que traemos
tuyas son, aunque por fe
te aclamamos señor nuestro),
tu padre, el gran rey Basilio,
temeroso que los cielos
cumplan un hado, que dice
que ha de verse a tus pies puesto,
vencido de ti, pretende
quitarte acción y derecho
y dársela a Astolfo, duque
de Moscovia. Para esto
juntó su corte, y el vulgo,
penetrando ya y sabiendo
que tiene rey natural,
no quiere que un extranjero
venga a mandarle. Y así,
haciendo noble desprecio
de la inclemencia del hado,
te ha buscado donde preso
vives, para que, valido
de tus armas y saliendo
desta torre a restaurar
tu imperial corona y cetro,
se la quites a un tirano.
Sal, pues; que en ese desierto
ejército numeroso
de bandidos y plebeyos
te aclama. La libertad
te espera; oye sus acentos.
TODOS ¡Viva Segismundo, viva!
SEGISMUNDO
(Dentro.)
¿Otra vez (¿qué es esto, cielos?)
queréis que sueñe grandezas
que ha de deshacer el tiempo?
¿Otra vez queréis que vea
entre sombras y bosquejos
la majestad y la pompa
desvanecida del viento?
¿Otra vez queréis que toque
el desengaño, o el riesgo
a que el humano poder
nace humilde y vive atento?
Pues no ha de ser, no ha de ser.
Miradme otra vez sujeto
a mi fortuna. Y pues sé
que toda esta vida es sueño,
idos, sombras, que fingís
hoy a mis sentidos muertos
cuerpo y voz, siendo verdad
que ni tenéis voz ni cuerpo;
que no quiero majestades
fingidas, pompas no quiero.
Fantásticas ilusiones
que al soplo menos ligero
del aura han de deshacerse
bien como el florido almendro,
que por madrugar sus flores,
sin aviso y sin consejo,
al primer soplo se apagan,
marchitando y desluciendo
de sus rosados capillos
belleza, luz y ornamento, 150
ya os conozco, ya os conozco,
y sé que os pasa lo mesmo
con cualquiera que se duerme.
Para mí no hay fingimientos;
que, desengañado ya,
sé bien que la vida es sueño.
[SOLDADO] 2.º Si piensas que te engañamos,
vuelve a ese monte soberbio
los ojos, para que veas
la gente que aguarda en ellos
para obedecerte.
SEGISMUNDO Ya
otra vez vi aquesto mesmo
tan clara y distintamente
como agora lo estoy viendo,
y fue sueño.
[SOLDADO] 1.º Cosas grandes
siempre, gran señor, trujeron
anuncios; y esto sería,
si lo soñaste primero.
SEGISMUNDO

Dices bien, anuncio fue;
y caso que fuese cierto,
pues que la vida es tan corta,
soñemos, alma, soñemos
otra vez; pero ha de ser
con atención y consejo
de que hemos de despertar
deste gusto al mejor tiempo;
que llevándolo sabido,
será el desengaño menos;
que es hacer burla del daño
adelantarle el consejo.
Y con esta prevención
de que, cuando fuese cierto,
es todo el poder prestado
y ha de volverse a su dueño,
atrevámonos a todo.
Vasallos, yo os agradezco
la lealtad; en mí lleváis
quien os libre, osado y diestro,
de extranjera esclavitud.
Tocad al arma, que presto
veréis mi inmenso valor.
Contra mi padre pretendo
tomar armas y sacar
verdaderos a los cielos;
presto he de verle a mis plantas.
(Aparte.)

Mas si antes desto despierto
¿no será bien no decirlo
supuesto que no he de hacerlo?

TODOS ¡Viva Segismundo, viva!
  (Sale CLOTALDO.)
CLOTALDO ¿Qué alboroto es éste, cielos?
SEGISMUNDO Clotaldo.
CLOTALDO

Señor...
(Aparte.)

En mí
su crueldad prueba.

CLARÍN
(Aparte.)
Yo apuesto
que le despeña del monte. (Vase.)
CLOTALDO A tus reales plantas llego,
ya sé que a morir.
SEGISMUNDO Levanta,

levanta, padre, del suelo,
que tú has de ser norte y guía
de quien fíe mis aciertos;
que ya sé que mi crianza
a tu mucha lealtad debo.
Dame los brazos.
CLOTALDO ¿Qué dices?
SEGISMUNDO Que estoy soñado, y que quiero
obrar bien, pues no se pierde
obrar bien, aun entre sueños.
CLOTALDO Pues, señor, si el obrar bien
es ya tu blasón, es cierto
que no te ofenda el que yo
hoy solicite lo mesmo.
A tu padre has de hacer guerra.
Yo aconsejarte no puedo
contra mi Rey, ni valerte.
A tus plantas estoy puesto;
dame la muerte.
SEGISMUNDO

¡Villano,
traidor, ingrato!
(Aparte.)

Mas ¡cielos!
reportarme me conviene,
que aún no sé si estoy despierto.
Clotaldo, vuestro valor
os envidio y agradezco.
Idos a servir al Rey,
que en el campo nos veremos.
Vosotros, tocad el arma.

CLOTALDO Mil veces tus plantas beso.
(Vase.)
SEGISMUNDO A reinar, fortuna, vamos;
no me despiertes, si duermo,
y si es verdad, no me duermas.
Mas, sea verdad o sueño,
obrar bien es lo que importa.
Si fuere verdad, por serlo;
si no, por ganar amigos
para cuando despertemos.
 

(Vanse, y tocan el arma.)